La televisión es un ejemplo clásico de medio caliente. Proporciona una gran cantidad de información visual y auditiva, lo que hace que el espectador se vea más inmerso y pase menos tiempo decodificando el mensaje.
La experiencia es más pasiva y envolvente, y el espectador no necesita participar activamente para comprender el contenido que se presenta. Este medio se considera “caliente” porque entrega un flujo denso de información sensorial que no deja mucho espacio para la interpretación personal.