Juana Sicard
El reto online conocido como el “juego de la ballena azul” consistía en que los participantes debían cumplir una serie de desafíos progresivamente peligrosos, que iban desde pequeñas tareas hasta instrucciones autolesivas, poniendo en riesgo su bienestar físico y emocional. Este desafío se difundió inicialmente a través de redes sociales, especialmente en Facebook, y se popularizó a partir del año 2016. Al considerar participar, muchos se enfrentaron a dilemas éticos relacionados con la exposición pública y la incitación a conductas autodestructivas, generando un intenso debate sobre la responsabilidad de las plataformas digitales en la protección de los usuarios. Además, diversos medios de comunicación utilizaron capturas de pantalla de los mensajes y desafíos para documentar y alertar sobre los peligros que representaba este reto.
El dilema ético del juego de la ballena azul se centra en la tensión entre la responsabilidad de proteger a los usuarios vulnerables. Es por esto que la propagación de este reto en redes sociales generaba un riesgo significativo al incentivar conductas autodestructivas y, en algunos casos, autolesivas, poniendo en jaque la integridad física y emocional de los participantes.
Al menos en mi caso, siempre me dio miedo y nunca me llamó la atención saber sobre el tema hasta muchos años después de que ocurrieron los casos. Nunca participe, pero siempre me advirtieron de lo que significaba.