En mi experiencia con herramientas de inteligencia artificial generativa como ChatGPT, he encontrado tanto beneficios como limitaciones a la hora de realizar tareas académicas. Un beneficio claro es la rapidez con la que se puede acceder a información estructurada y comparativa. Por ejemplo, al preparar un análisis comparativo entre la novela *Caballo de batalla* de Michael Morpurgo y su adaptación cinematográfica *Caballo de guerra* dirigida por Steven Spielberg, utilicé ChatGPT para identificar diferencias clave en la narrativa, como el hecho de que el libro está contado desde la perspectiva del caballo Joey, mientras que la película adopta un enfoque más visual y humano, centrado en la épica de la guerra.
Esto me ayudó a organizar mi ensayo de forma más clara, estableciendo categorías como narrador, tono emocional, y representación del conflicto. Sin embargo, también identifiqué una limitación importante: la IA tendía a simplificar demasiado los matices emocionales del libro, dando por hecho que la película “mejora” el mensaje por ser más impactante visualmente, sin matizar que el cambio de perspectiva (del caballo al humano) altera profundamente la intención original del autor. Esto me obligó a revisar y complementar la información con mi propia lectura crítica para no caer en una interpretación superficial.
Además, me di cuenta de que si dependía demasiado de la IA, corría el riesgo de perder mi voz personal como autor del trabajo. El uso de IA es útil como punto de partida, pero no puede reemplazar la reflexión propia ni la sensibilidad literaria que exige un análisis comparativo.
En conclusión, las herramientas de IA como ChatGPT pueden ser aliadas poderosas para organizar ideas, encontrar enfoques comparativos y agilizar el trabajo, pero es crucial usarlas con juicio y no dejar que sustituyan la interpretación crítica que todo trabajo académico requiere.
