Mi experiencia utilizando herramientas de inteligencia artificial generativa en el contexto académico ha sido principalmente con Copilot, integrada a plataformas como Word o Excel. Esta herramienta, diseñada para asistir en la redacción y organización de ideas, me ha resultado útil en varios momentos, especialmente cuando necesito estructurar documentos, redactar textos con mayor fluidez o sintetizar información que ya tengo clara pero me cuesta poner en palabras.
Uno de los beneficios más evidentes que he encontrado al usar Copilot es la agilidad para empezar a escribir. Muchas veces me enfrento al bloqueo inicial de no saber cómo arrancar un texto, y Copilot, con una simple instrucción, puede ofrecerme un primer borrador o una propuesta de estructura. No es que el resultado sea perfecto, pero sí logra romper esa barrera inicial y me permite empezar a trabajar sobre algo concreto. Además, cuando tengo ideas dispersas, me ayuda a organizarlas de manera más coherente. En ese sentido, se convierte en una herramienta de apoyo creativo y técnico que acelera el proceso de escritura.
Sin embargo, también he identificado una limitación importante, y tiene que ver con la originalidad y el riesgo de depender demasiado de lo que la herramienta sugiere. A veces, las respuestas que ofrece Copilot pueden ser demasiado genéricas, sin profundidad crítica o sin una mirada personal sobre el tema. Me ha pasado que, si no estoy atenta, termino repitiendo frases que suenan bien pero no dicen mucho, o que no se alinean con mi forma de pensar o escribir. Por eso, aunque uso la herramienta, intento siempre revisar, editar y reescribir desde mi perspectiva. Siento que hay un riesgo real de volverse demasiado dependiente, especialmente cuando se usa para todo, sin reflexionar lo suficiente.
En definitiva, creo que herramientas como Copilot tienen un enorme potencial como apoyo en los procesos académicos, pero es fundamental usarlas con criterio. No deberían reemplazar el pensamiento propio ni la reflexión crítica, sino servir como punto de partida o complemento, siempre que seamos conscientes de sus limitaciones y de la responsabilidad que implica mantener la integridad académica en lo que producimos.